Ciencias Biológicas

Ballena varada frente al Barrio El Murtillar en Río Grande


La presencia del cetáceo en cercanías de las viviendas familiares permitió alertar a los científicos en forma temprana

La noche del jueves 28 de julio estaba tranquila. Los vecinos del Barrio “El Murtillar” en Río Grande descansaron acompañados del arrullo marino, como casi siempre. Pero al amanecer algo nuevo los esperaba en el vecindario: una ballena de gran porte yacía en la playa, extendiéndose más de 15 metros y elevándose casi 2 metros de la arena.

Se comunicaron con las autoridades y éstas dieron aviso al grupo del Centro Austral de Investigaciones Científicas que trabaja con mamíferos marinos durante el transcurso del viernes 29. El fin de semana siguiente los vecinos que se acercaron encontraron todo preparado, según los protocolos de seguridad y manejo de fauna silvestre, y a la intervención de la Prefectura Naval Argentina, para poder observar sin riesgo alguno la forma de trabajar de los científicos cuando se produce un evento como éste. Luego se sumaron actores de la Coordinación de Ecología y Medio Ambiente de Río Grande y de la Secretaria de Ambiente, Desarrollo Sostenible y Cambio Climático de la Provincia.

En esta oportunidad el grupo de trabajo del CADIC estuvo representado por Natalia Dellabianca, Luciana Riccialdelli, Natalia Paso Viola, Paula Sotelano, Analía San Martín, Natalia Rosciano, Mónica Torres y Agustina Dellabianca, y que aprovecharon el varamiento para obtener material valioso a partir de los restos del cetáceo, que resultó ser el primero en su especie para la colección local.

El ejemplar resultó ser una ballena fin (Balaenoptera physalus) o rorcual común de amplia distribución a nivel mundial. Posee un cuerpo largo y estilizado; la talla máxima de esta especie puede superar en casos excepcionales los 25 metros, siendo los ejemplares del hemisferio sur de mayor tamaño que los del hemisferio norte. Una de las principales características que permite diferenciarla de la ballena sei (Balaenoptera borealis), visitante frecuente de nuestras costas, es la coloración blanca ventral de la mandíbula derecha.

“El ejemplar que varó se trataba de una hembra de 15.8 metros de longitud total, siendo todavía un individuo joven. Se encontraba en estado muy fresco, y a simple vista no presentaba lesiones que pudieran dar indicio de la razón de su deceso”, explica Dellabianca. “Esta especie sufrió una gran disminución en su población durante el Siglo XX por la actividad ballenera, se llegaron a cazar más de 30.000 ejemplares por año. Desde 1976 se encuentra protegida por la Comisión Ballenera Internacional”, agrega la bióloga.

Por su parte, Riccialdelli afirma que “para las distintas investigaciones sobre mamíferos marinos que llevamos a cabo actualmente en el CADIC, el varamiento de un especimen en estado fresco es un acontecimiento importante. De él podemos obtener mucha información sobre patrones de coloración, además de muestras en buen estado para diversos tipos de análisis como por ejemplo de contaminantes, isotópicos e histológicos y contenido estomacal para estudios de dieta”, concluyó la investigadora.

 
Los varamientos de cetáceos como fenómenos naturales

Los cetáceos pueden varar por diferentes razones, por enfermedad, edad avanzada, problemas de alumbramiento, accidentes con embarcaciones, etc. En la mayoría de los casos es difícil determinar la causa del varamiento, y se realizan diferentes estudios para poder evaluar la causa de muerte.Por esta razón es importante poder obtener muestras de los ejemplares lo antes posible: cuanto más frescas sean las muestras, mayor información se podrá obtener.

Las playas someras de la costa atlántica de Tierra del Fuego y el Estrecho de Magallanes constituyen verdaderas “trampas” para los cetáceos, debido a la gran amplitud de mareas que pueden sobrepasar los 10 metros. Por ejemplo Bahía San Sebastián y Bahía Lomas (Estrecho de Magallanes) están rodeadas de barrancas y son poco profundas en el centro.

Al llegar a sitios con estas características con la pleamar los animales no reconocen la poca profundidad de la zona y cuando la marea baja quedan atrapados. Un cetáceo de gran porte no logra sobrevivir mucho tiempo fuera del agua; su piel se reseca y sus órganos colapsan por el peso del cuerpo.

En este caso, el varamiento de la ballena Fin, fue un varamiento individual. Sin embargo, aunque menos frecuentes también se registran varamientos masivos en nuestras costas. Un varamiento se considera masivo cuando se encuentran dos o más individuos que no sean madre y cría. Este tipo de varamiento suele ocurrir principalmente en especies gregarias que a veces forman grandes grupos, como los delfines pilotos, falsas orcas y cachalotes, entre otros. El último varamiento masivo en las costas fueguinas se produjo en marzo del 2015, donde siete delfines piloto fueron encontrados varados en inmediaciones de Isla Gable y Puerto Pescado.

Los pueblos originarios de Tierra del Fuego, tanto los adaptados a la vida litoral marítima como los cazadores-recolectores, consumían carne de cetáceos varados aprovechando la ocurrencia de este tipo de eventos. Las reuniones que se generaban en torno al o los animales varados son denominadas, por los arqueólogos que los estudian, “eventos esporádicos de agregación”. Estos hacían referencia a los momentos en que se producía una llamada pública a través de señales de humo para anunciar la presencia de recursos extraordinarios, tales como el varamiento de una ballena.